Un cuaderno de bitácora para navegar por la historia del arte. Cada entrada está relacionada con algunos de los estadios de la creación artística a lo largo de la Historia. Desde la Prehistoria hasta la más rabiosa actualidad. Todo un curso al ritmo pausado del calendario. Para aquellos que consideran que el arte existe porque la vida no es suficiente.

3/27/2015

LA PINTURA BARROCA ESPAÑOLA


La pintura barroca española. 
 Podemos señalar las siguientes características ya recogidas en el mapa conceptual visual:
- El mecenazgo de la Corte y la Iglesia.
- Ausencia de lo heroico y los tamaños superiores al natural
- Se prefiere un equilibrado naturalismo,  se opta por la composición sencilla y nada teatral o escenográfica.
- Predominio de la temática religiosa, especialmente en su expresión ascética o mística, tratada con sencillez y credibilidad.
- Ausencia de sensualidad.
- Influencia del realismo y del tenebrismo de origen italiano.
- Otros temas son el retrato, la mitología, el bodegón, sobre todo en Zurbarán y Sanchéz Cotán, Velázquez incorpora del paisaje y la fábula pagana y el género histórico.
- Tres son los focos artísticos: Valencia, Sevilla y Madrid.

Ahora veamos las principales corrientes y autores:
La corriente naturalista: Ribera y Zurbarán. 
Durante el reinado de Felipe III subsistían todavía las últimas influencias del manierismo italiano.  Los pintores se reunían en torno al monasterio del Escorial pero poco a poco se fue dejando sentir la influencia de Caravaggio en lo que ha venido a llamarse la escuela tenebrista española.  La figura más destacada del momento es Francisco Ribalta (1564-1628).  Es probable que su aprendizaje se realizara junto a  Navarrete el Mudo, en el Monasterio del Escorial y donde conociera las obras de los pintores italianos en las colecciones reales, quizás viajara a Italia entre 1616 y 1620 y que conociera directamente las obras de Caravaggio y sus seguidores.  Lo más interesante de su colección es el tratamiento de los temas místicos, donde el tenebrismo suele ser ostensible, además del brillante colorido y de la seguridad en el dibujo, entre  su obras destacan  Cristo abrazando a S. Bernardo (1627-28), San Francisco abrazado al Crucificado (1620) como en Visión de San Francisco (1620).

José de Ribera (1591-1662)
     A mediados del siglo XVII, Felipe IV y su valido, el Conde-duque de Olivares, convirtieron la corte en el principal centro artístico de la Península. El mejor exponente de la corriente tenebrista española fue José de Ribera, nacido en Játiva (Valencia) Establecido en Italia desde1611, recibió el apodo de “Il Spagnoleto”, nunca más volvería a España, instalándose definitivamente en Nápoles en 1616. Quizá pudo haber trabajado en el taller valenciano de Ribalta, donde se inicia en el tenebrismo.  El naturalismo temático de Ribera se centra en la pintura de personajes ancianos, mendigos, santos, figura 37; pero siempre pintados con una gran dignidad, sin exacerbar el sentido cruel o morboso, desmostrando un perfecto dominio de lo anatómico como en El Martirio de San Bartolomé (1639). Algunos estudiosos han notado en Ribera un afán constante de representar la ruina del cutis humano.  Aparecería como el pintor de las frentes arrugadas, los dedos ásperos, los muslos delgados que permiten la visión de los huesos como ocurre en el  San Andrés, figura 36.  En su repertorio figuraron también, protagonistas femeninos que destacan por su encanto, la Virgen en la Inmaculada (1635), el triunfo de María Magdalena (1636), y algunas santas como Santa Inés (1641), que corresponden al periodo más crucial de su carrera artística,  a partir de la década de los 40, cuando su visión naturalista se disgrega cada vez más hacia una mayor sensualidad, el color se vuelve más refinado y la luz más difusa, superado el tenebrismo inicial, figura 38.
Destacó también como grabador, y aunque sus temas más frecuentes son los religiosos, encontramos pintura de género mitológico , Apolo y Marsias (1637), Venus y Adonis,  y retratos de personajes  de historia antigua como Diógenes (1637) o más cercanos en el tiempo como el retrato ecuestre de D. Juan de Austria (1647), a veces como retratista no tiene pudor en representar las deformidades humanas la mujer barbuda (1631) o el Patizambo (1642).

Francisco de Zurbarán (1598-1664)
 Nacido en Fuente de Cantos, se traslada a Sevilla, en 1614, formándose en el taller de Pedro Díaz de Villanueva, un pintor de imágenes.
 De este período es Santa Casilda  para la que quizás utilizó un modelo escultórico, en la que sobresale una de sus características fundamentales: la riqueza del colorido y el uso suave del mismo.
     Su obra es muy abundante, y se puede distinguir un primer periodo en que hay una presencia del tenebrismo y del espiritualismo ascético pasando en un segundo periodo a partir de la mitad de siglo  a las formas suaves y delicadas propias de la escuela sevillana de ese periodo, este periodo coincide con una crisis en la carrera artística de Zurbarán, que vió disminuir su clientela habitual y buscó en los conventos hispanoamericanos nuevos encargos (Convento de San Francisco de Lima y Convento de la Buena Muerte de Lima), la crisis de Zurbarán coincide con el apogeo de Murillo.
    Las obras más conocidas de Zurbarán son los santos de las Ordenes Religiosas, figura 39. Dota a sus figuras de un gran naturalismo y de un profundo espíritu religioso
    En cuanto a las obras conventuales, se pueden destacar tres conjuntos:
1. La serie  del Convento de la Merced (desde 1628), en el que sobresale la Visión de San Pedro Nolasco (1629) en la puede apreciarse ese tratamiento individualizado y el  tan característico modelado de los tejidos, 
2. La serie de la Cartuja de Jerez (desde1637) y
3. La serie el Monasterio de Guadalupe (1638-1645). 

    Se ha hablado de Zurbarán como del pintor de monjes, aunque los temas monacales en realidad sólo representan aproximadamente la mitad de su producción.  Sus personajes, aún en composiciones de numerosas figuras, presentan una característica muy específica: su aislamiento y su independencia respecto a los demás. 
   El mejor período de su carrera artística, es la década de los 30, en ella realiza Santo Tomás de Aquino (1631), que sobresale por su realismo, la riqueza del colorido y la fuerza expresiva del rostro.
   En 1634, fue llamado a la Corte para participar en la decoración del Salón de Reinos del Buen Retiro y ahí nos dejó la Defensa de Cádiz contra los ingleses y la serie de los Trabajos de Hercules. 
Volverá a Madrid, en 1658, donde pinta cuadros de altar y oratorio, Cristo tras la flagelación (1661), Virgen con el niño Jesús y san Juan (1662), Inmaculada Concepción (1661), obras en las que muestra su transformación al utilizar líricamente la luz y tratar los temas con una suavidad inexistente en sus primeras obras.
   Sus bodegones, aunque escasos fueron muy notables, sus naturalezas muertas son una mera y simple exposición de objetos.

El pleno barroco: Velázquez. Murillo.
Diego de Silva y Velázquez (1599-1660)
   En 1611, con doce años, tras un corto periodo como aprendiz en el taller de Francisco Herrera el Viejo, ingresa en el taller de Francisco Pacheco, con cuya hija contraerá matrimonio.
Etapa de formación (1617-1622)
   A los 18 años consiguió licencia para pintar, de sus maestros tomó los principios manieristas y academicistas además del tenebrismo. En este periodo, caracterizado por el tratamiento naturalista,  los temas preferidos son los:
· Bodegones con figuras: El aguador de Sevilla (1620), figura 41, Vieja friendo huevos (1618)
· Retratos: Retrato de Sor Francisca Jerónima de la Fuente (1620)
· Escenas religiosas: Cristo en casa de Marta y María, la Adoración de los Magos (1619)
Características de este periodo son: el tenebrismo, con los fuertes contrastes de luces y sombras, predominio de los colores terrosos, sencillez en la composición.
Etapa de madurez (1623-1660)
Este periodo puede subdividirse a su vez, en tres, coincidiendo los hitos con sus viajes a Italia.
1623-1631:
Velázquez viaja a la Corte, logrando su propósito de establecerse en ella, hay un abandono de la temática religiosa y de los bodegones, para concentrase en el género retratista.
   Estos retratos, tienen como características: la sencillez en la composición, el realismo, la escasa preocupación por los fondos, la elegancia que emanan los personajes y el estatismo, son retratos de cuerpo entero, en busto, de tres cuartos, sobresalen diversos retratos del monarca y del Infante D. Carlos (1625-28), y los primero retratos de bufones el de Calabacillas.
   El encuentro con Rubens, que visita  Madrid, en 1628, le orientó hacia el humanismo y la mitología, además de animarlo a continuar su formación en Italia, antes pintó Los Borrachos o el Triunfo de Baco (1629), en el muestra al Baco mitológico entre campesinos andaluces, señalando la principal característica de su pintura mitológica, la concepción burlesca e irónica de la misma.
   Desde 1629 a 1631, realiza el viaje a Italia, donde conocerá la obra de los pintores renacentistas romanos y venecianos, visitando además Ferrara y Nápoles, donde contacto con el pintos español Rivera; durante este viaje realizó La Fragua de Vulcano, de género mitológico  y la Túnica de José, en todos ellos se advierte la influencia de los pintores italianos.
1631-1648:
   En este periodo se produce el apogeo del maestro, la influencia italiana hace que su dibujo haga más suelto, sus figuras pierden rigidez, el espacio se llena de aire, presagiando la perspectiva aérea y se colorea de grises, ocres y verdes suaves y armónicos. La producción pictórica en esta etapa es muy abundante.
   De este periodo son los cuadros religiosos: Cristo crucificado del Prado (1631), la Coronación de la Virgen y los Eremitas, Cristo atado a la columna (1632).
   Entre sus retratos: El Conde-Duque de Olivares (1638), figura 42, Felipe IV, figura 43, el Príncipe Baltasar Carlos (1635), (retratos ecuestres), Felipe IV, figura 45, y D. Fernando de Austria (con traje de caza). Y los retratos de los bufones Pablillos de Valladolid, el niño de Vallecas, el primo.
   Dentro del género histórico, pinta la Rendición de Breda o Las Lanzas (1634-35).
  Además los retratos imaginarios de los filósofos Esopo y Menipo.
1648-1660:
     Velázquez realizó un segundo viaje a Italia, entre 1649 y 1651, con el encargo real adquirir cuadros y antigüedades para las galerías reales  hispanas, en este viaje realiza el retrato de Inocencio X, el de su criado Juan Pareja y los dos cuadros del Jardín de Villa Médicis, considerados un claro precedente de la pintura de Corot y el impresionismo, también realizó en el viaje la Venus del Espejo, uno de los pocos desnudos de la historia de la pintura española.
    En este período, Velázquez perfecciona la técnica, consiguiendo plasmar la perspectiva aérea, su pincelada suelta emplea cada vez menos cantidad de pasta pictórica, cuida la ambientación y los detalles.
   Son de este período, los retratos de la Infanta Margarita y el de la Reina Mariana de Austria. 
    En dos obras, se puede resumir la aportación de Velázquez a la historia de la pintura: Las Meninas (1656), figura 44, y las Hilanderas o la  Fábula de Aracne (1657), figura 45.
   En las Meninas, evoca la vida cotidiana de la familia real, que aparece alrededor de la Infanta Margarita, de sus damas de honor y de los criados enanos,  en el salón en que Velázquez (que se autorretrata en la penumbra)  se encuentra pintando a los reyes (reflejados en el espejo), al fondo en la puerta abierta el aposentador observa la escena, el pintor  obtiene la sensación de profundidad mediante la alternancia de espacios iluminados con diferente intensidad.
   En las Hilanderas, sitúa el mito de Aracne, la habilidosa tejedora perseguida por Atenea en el taller de tapices de Santa Bárbara, el mito va tejiéndose en las formas de un tapiz al fondo, mientras en un primer plano las obreras trabajan, lo real y lo mítico se funden en tonos amortiguados y templados que tienen toda su delicadeza en el tapiz, donde se desarrolla la escena principal  con los protagonistas rodeados de una intensa luz.
Velázquez, sintetizó los estilos del XVI y XVII, renacimiento romano y escuela veneciana, tenebrismo, barroco flamenco y naturalismo hispano. Neoclásicos como Ingres, románticos como Delacroix, impresionistas como Manet y Degas, fauves como Matisse, los expresionistas alemanes, surrealistas como Dalí, sin olvidar al mismo Goya van a ser sin duda deudores de Velázquez.

Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682)
    Nació en Sevilla, donde vivió la mayor parte de su vida, inicio su formación a los diez años, con Juan del Castillo,  aunque sin duda conoció las obras de  Zurbarán  y de Ribera, la influencia de estos maestros es evidente en las obras de su juventud, además de las influencias de la pintura flamenca y veneciana.
   Es uno de los pintores que más popularidad han alcanzado dentro y fuera de España, sin duda alguna debido a que su pintura delicada y suave coincide con el gusto imperante en toda Europa en el S. XVIII. Murillo, no pintará santos ascetas y viriles, su pintura se acerca más a lo familiar, al intimismo.

En sus primeras obras queda de manifiestos su formación realista, con predominio de tonalidad ocres y terrosas, un tratamiento de la luz muy marcado por el  tenebrismo, con modelos compactos e individualizados, serie del convento de San Francisco (1645), su primer encargo importante; a partir de la mitad de siglo el uso de la luz se hace más generalizado y su colorido se enriquece, Sagrada Familia del Pajarito (1650), Adoración de los Pastores (1655), en 1658 Murillo viaja a la Corte, entra en contacto con Velázquez y conoce las colecciones reales, as u regreso en 1660, fundó la Academia de Dibujo, siendo responsable de la dirección de la misma hasta noviembre de 1663, en que fue sustituido por Valdés Leal.
Murillo se va a interesar por los problemas atmosféricos y la captación del espacio, abandona el estatismo anterior y ahora sus cuadros son suavemente dinámicos,  sus modelos de canon más pequeño, adquieren la suavidad, la gracia y la elegancia que caracterizan la plenitud del pintor, serie de la Iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla (1665), serie del convento de los Capuchinos (1665-70) y serie del Hospital de la Caridad (1670-74).
Son numerosas las representaciones de temas marianos, las Inmaculadas son una de sus creaciones más afortunadas, envuelve a María en un manto azul, que cubre parte del hábito blanco, rodeándola de ángeles, Inmaculada de Soult (1676-78).
Refleja en sus pinturas religiosas, la religiosidad intimista, amable y sentimental el Buen Pastor (1665), San Juan Bautista niño (1665).
Sin embargo en su pintura de niños de carácter totalmente profano , presenta   una interpretación amable de realidades más bien crueles,  plasmando la vitalidad del mundo picaresco, figura 46, con un incomparable virtuosismo técnico, Niño pordiosero (1650), Niños comiendo melón (1650)

Juan Valdés Leal (1622-1690)
   Es un pintor de temperamento opuesto a Murillo, inclinado más a lo violento y exagerado, gran colorista y fácil en el dibujo, destaca sobre todo por la serie que realizó entre 1671 y 1672 para el Hospital de la Caridad, en la que culmina el barroquismo, representando la vanidad de las cosas terrenas, siguiendo un sentimiento moralizante al recordar al espectador su  último fin, presentando féretros abiertos, cadáveres putrefactos (Finis gloraie mundi), figura 47, y la muerte dominando los arrobados atributos de la gloria mundana (In ictu oculi). 
 




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